Que no, que no iba a dejar mi blog.
Eso de haber ido a una escuela de Alta Cocina pues honestamente te mueve un poco el piso. No por la fama, ni por el prestigio, que también, sino porque una vez has pasado por esa experiencia te das cuenta de lo que realmente vale la profesión de cocinero. Mucho respeto que ya le tenía a este oficio si señor, pero haber estado marchando platos al ritmo frenético de una cocina profesional y con todas las exigencias que eso implica te hace respetar y valorar aún más esta labor.
Te hace también pensar cosas como “con qué derecho escribo yo recetas?”, te hace releer las recetas de antes, te hace también tener la convicción de que, por más recetas que escribas, hay cosas que en una receta no se pueden plasmar. El punto de cocción de un producto, los tiempos, los aromas, sabores, y toda esa experiencia que se acumula cuando te pasas rato frente a los fogones, trabajando contra reloj e intentando estar a la altura de un lugar como el que hablo.
Así que si, antes de irme a la escuela tenía varias recetas ya escritas, supuestamente ”listas” para publicar, pero al regresar me di cuenta de que esas recetas ya “listas” adquirieron otro matiz.
La alta cocina además te jode un poco la vida, y lo digo en broma! pero también un poco en serio! A partir de aquí tu vida cambia, ya no irás a los restaurantes solo a comer, sino que examinarás los cortes, los puntos de cocción, las texturas, las presentaciones, jijiji, vamos, que quieras o no, te vas a acordar de lo que dirían tus chef profesores si vieran tal o cual plato. También te darás cuenta de que con mayor frecuencia que antes vas a preferir preparar comida en casa. Y te vas a dar cuenta de que hay fricadas que solo podrás hablar con tus compis de la escuela pues solo ellos te entenderán 😉
Pero lo que más se aprende en cocinas es humildad. En una cocina profesional no se permite ni maquillajes, ni joyas, ni ninguna de esas cosas detrás de las cuales nos solemos “esconder”. En una cocina eres tu mismo si o si. En ese entorno no hay mejores ni peores, ni elegidos ni privilegiados. Ahí lo que hay es trabajo, y muy duro. El que no ha cogido una fregona en sus manos tendrá la oportunidad de hacerlo for sure. Y el que siempre se queja por tonterías aprenderá lo que es quemarse, o cortarse, que te den hasta puntos, y seguir cocinando como si nada hubiera pasado.
Esa es la alta cocina, y esa es la vida de muchísimas personas que se dedican al oficio de cocinero.
Que no, que no iba a dejar mi blog, historias y recetas siempre habrá. Pero hoy solo quería historia, que no quiero que una receta le reste protagonismo a todos aquellos que las hacen posible.
Chapeau por todos los que dedican su vida a la cocina, da igual desde que puesto. Se merecen el cielo y más!
Gracias infinitas a mis profesores y a mis compis por todas las cosas que con ellos aprendí, compartí y sentí. Y gracias a tí Rebecca, que esta experiencia, no se me olvidará jamás!
Sandra
Querida Sandra, qué bonito! Te cuento que por aquí todo sigue igual, entre cazuelas y clases y que se te extraña!
Me gustaMe gusta
Gracias! Yo también echo en falta esos días de locura y felicidad!
Me gustaMe gusta